Entendemos bien en que consiste la función publica?

Me gustaría salir al paso de comentarios que escuchamos día a día en tertulias radiofónicas y televisivas, donde se observa claramente que no enfocamos de forma simple el problema del exceso de personal en las administraciones publicas. Como veremos, a este asunto se le puede muy bien aplicar lo que comentaba en mi blog hace unos días (Do our leaders need more Pedagogy?). Necesitamos más pedagogía y que nuestros líderes simplifiquen adecuadamente los problemas. Si no, la confusión se apodera de la opinión publica. Y compromete un desarrollo estable.
Tengo amigos funcionarios. Aquí y en otros paises. No nos olvidemos que la administración del estado en todas las democracias utiliza la función pública como piedra angular de su sostenibilidad. Y muchos de ellos realizan una labor excelente y no siempre grata y bien remunerada. No es justo lanzar comentarios equivocados
No podemos imaginar una administración pública que maneje todas las funciones del estado,  politizada y subcontratada. Los funcionarios, por regla general, son profesionales que se especializan en una de las áreas de gestión del estado, y que para ello deben de conocer los conceptos principales de esa función. Pero para optar a una plaza en la administración deben de demostrar esos conocimientos. Es lo que llamamos oposición. Pero no solo eso. Deben de jurar su cargo, la defender la constitución y la dedicación de su empeño al estado.
Todo esto tiene su explicación. La administración pública debe de asegurar coherencia y perdurabilidad al paso de los tiempos. No puede estar en peligro por cambios de gobierno cada cuatro años, ni ser el capricho de políticos que son pasajeros en sus cargos o que no conocen en detalle las materias técnicas requeridas en el proceso de toma de decisiones. Precisamente este el trabajo de los funcionarios.
Y sinceramente no creo en la subcontratación de estos servicios buscando la eficacia. Podemos llegar a situaciones cuando menos chocantes, como empresas de seguridad gestionado el control de acceso a los cuarteles, o la policía alquilando sus servicios para asuntos privados o películas, como vimos recientemente en Grecia.
Hay multitud de casos lamentables y frecuentes en los que los políticos hacen presencia en los medios de comunicación tratando de explicar las razones técnicas de un problema o de una decisión. Recuerdo a Magdalena Alvarez explicándonos los problemas del Ave o a Cristina Narbona las ventajas de las desaladoras, algunas de ellas hoy paradas. Y puedo imaginarme la motivación de los técnicos del estado, muchos de ellos preparados ingenieros de caminos, sin oportunidad de tomar acertadas decisiones, basadas en criterios técnicos. No olvidemos que muchas escuelas técnicas, antes de los años sesenta, prácticamente colocaban sus promociones de profesionales para cubrir los puestos técnicos de la administración.
Que bien nos harían ciertos lideres políticos leyendo mi articulo de Tecnocracia y Liderazgo y dejando espacio a sus subordinados para crear. No debía consentirse que ni siquiera los cargos de Director General en los ministerios fueran políticos. Cosa hoy por hoy muy rara.
Y es que la realidad es que no se pueden dejar asuntos como la educación, o la política industrial (mas bien inexistente en nuestro país ver Política Industrial e I+D), en manos de mandatos políticos de cuatro años, e ir dando “bandazos” de lado a lado sin la coherencia necesaria para que las políticas a largo plazo, tan necesarias en estos ámbitos, den sus frutos.
Estoy totalmente de acuerdo que la función pública tiene que evolucionar. Que sus líderes tienen que seguir una dirección marcada por objetivos, como en la empresa privada. El que los consigue debe de recibir más compensación y promoción. Y que los que no rinden bien se les amoneste, o se les aparte de la función pública, expedientándoles. Todo esto es compatible con las reglas de la función publica, si se aplican y evoluciona convenientemente. El funcionario entra por oposición y es lógico que cuente con la seguridad de un trabajo estable en la administración dignamente remunerado. Pero que también pueda desarrollar una carrera profesional de acuerdo con sus meritos.
Donde radica el problema es precisamente ahí. En la garantía de un trabajo estable. Es un fraude crear puestos artificialmente. Como lo es tener a funcionarios parados cuando al tiempo se subcontratan empresas externas como asesoras. O generar 17 administraciones paralelas con solapes en muchas áreas, plagadas de empresas publicas, que en muchos casos son innecesarias.
Lo lógico es que el estado y la administración pública definan bien sus necesidades. Y de ellas deduzca el número de efectivos que necesita y sus capacitaciones. No creemos el puesto para la persona. Sino busquemos la persona para el puesto o formemos las que tenemos convenientemente.
En mi opinión este ejercicio debía hacerse inmediatamente. Que dimensión necesitamos de la administración pública. Y dignifiquemos su labor. El ajuste nos llevara tiempo. Pero si no empezamos nunca acabaremos.
Y dejemos de malignizar a nuestros funcionarios. Ellos no tienen la culpa.
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